ORDEN HOSPITALARIA. SAN JUAN DE DUERO (Soria).
SAN JUAN DE DUERO (Soria).
Avanzamos por la carretera N-234 (Calatayud-Soria). Antes de cruzar el puente del siglo XII que nos lleva a la ciudad, a la derecha, vemos nuestro destino de hoy: el monasterio de San Juan de Duero. Actualmente sólo nos queda la iglesia y el claustro del monasterio. Alfonso I, el Batallador, dejó a su muerte, en 1134, a través de su polémico testamento, sus reinos de Aragón y Navarra quedaran a disposición de las Órdenes Militares y estableció que el lugar que nos ocupa pasase a la Orden de San Juan.
La iglesia debió alzarse a principios del siglo XII reformando una pequeña iglesia románica que ya existía. Consta de una nave, un pequeño presbiterio (con bóveda de medio cañón apuntado) y un ábside (con bóveda de horno de sillarejo) (imagen 2). Existe un arco de triunfo sobre medias columnas con bellos capiteles de acanto, palmeras y piñas. Las ventanas, de aspillera abocinada, son muy escasas. Las puertas, también sencillas, con arquivoltas lisas.
Una rara característica de esta iglesia es la existencia de dos baldaquinos-templetes-doseles a ambos lados del presbiterio (imagen 3). Según Elías Téres y Carmen Jiménez, en su libro "Monasterio de San Juan de Duero, Soria. Arquitectura e iconografía", escriben: "Estos baldaquinos son elementos típicos de la liturgia cristiana del Mediterráneo oriental, en donde se sitúa su origen, y pudieron llegar a España con los hospitalarios desde Tierra Santa a través de Italia. Se consideran extraordinarios por haber tenido poca implantación en los reinos peninsulares". Los Hospitalarios implantaron estas estructuras en tres de sus iglesias hispánicas que son además de la que nos ocupa, San Juan de Portomarín (Lugo) y Santa María Magdalena (Zamora). Los de San Juan son un poco posteriores a la construcción del templo, hacia 1200. Cada uno de ellos está soportado por columnas y capiteles historiados.
El baldaquino del lado del evangelio está formado por cuatro arcos de medio punto, dos de ellos ciegos. Se cubre con bóveda de gruesos nervios que parten de ménsulas esculpidas (Imagen 4). El capitel noroeste muestra el banquete de Herodes y la muerte de San Juan Bautista (imagen 5); y en el sureste escenas de lucha entre soldados, centauros y fieras aladas (imagen 6). En los otros capiteles vemos en uno animales fabulosos que se agrupan de dos en dos y dos dragones con las alas desplegadas que miran en sentidos opuestos y juntan sus colas.
El templete del lado de la epístola también lo forman cuatro arcos de medio punto. La bóveda aquí es esquifada. Los cuatro cuatro capiteles de este baldaquino se decoran con escenas bíblicas. Podemos ver el ciclo del nacimiento de cristo (imagen 7), la huida a Egipto (imagen 8), la matanza de los inocentes (imagen 9) y la Ascensión de María a los Cielos. La calidad de estos capiteles es claramente superior a los del lado del Evangelio.
La nave es bastante más ancha que la cabecera y su suelo se encuentra más baja que aquella. Tiene cubierta de madera actual a dos aguas. En la iglesia de San Juan de Duero encontramos dos arcosolios, uno en el exterior y otro en el interior. En la nave hayamos también una lauda medieval, seguramente perteneció a uno de los abades del monasterio.
El claustro se construyó anexo a la iglesia. Servía para comunicar todas partes del monasterio (hoy desaparecidas). Fue utilizado para dar sepultura entre los siglos XIII y XV. Los hospitalarios, procedentes de Tierra Santa y enriquecidos por la multiculturalidad de aquellos lugares construyeron este ecléctico lugar. Este claustro es de los más originales del románico español por la variedad e influencia: encontraremos rasgos del románico más puro, arcos apuntados tendentes a la herradura, además de huellas bizantinas y árabes. Los chaflanes están rematados con arcos califales. Se tiene conocimiento que estaba cubierto por un techo de madera que se perdió en un incendio. Se pueden distinguir cuatro zonas que corresponden más o menos a las cuatro ángulos de la construcción. Los nominaré A, B, C, D correspondiendo respectivamente a los ángulos noroeste, noreste, sureste y suroeste. Veámoslos uno a uno.
El primer tramo corresponde al ángulo noroeste (A). Es la única de las esquinas que no está formada por un arco de chaflán accesible. En este vértice concurren dos arquerías de distinto número de arcos de uno y otro lado, cinco arcos en la cara norte y cuatro en la cara oeste. Se trata de arcos plenamente románicos lisos que descansan en columnas pareadas que a su vez se montan sobre un banco corrido de escasa altura. Los capiteles muestran motivos vegetales, animales (imágenes 12 y 13) o escenas bíblicas. Para rematar la arcada y sosteniendo un alero que sujetaría el techo de madera que
originariamente tenía el claustro, se ordenan unos canecillos
ornamentados, entre otros, con motivos vegetales, cabezas de animales y
humanas, etc.
El segundo tramo, que corresponde al ángulo nordeste (B) también encontramos desproporción en la longitud de los lados, seis en el norte y cuatro en el este. Todos los arcos son apuntados y descansan sobre basas individuales. El arco, que hace de puerta, del chaflán es de factura mudéjar. Es un arco de herradura apuntado. Los capiteles nos muestran seres fantásticos, motivos vegetales o como muestro en la imagen 16, una fina filigrana.
El tercer tramo corresponde al ángulo sureste (C). El chaflán y arco es igual al de la esquina noreste. Las arquerías están formadas por pilares de cortos y robustos fustes. En medio del lado sur no existe una pilastra de conexión entre las diferentes arcadas. Aquí se abre un hueco formado por un arco apuntado y dos semiarcos, no existe soporte central. El conjunto se apoya sobre columnas de doble fuste con capiteles de ornamentación vegetal (imagen 18).
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