CATEDRAL DE SAN MARTÍN (Ourense).
CATEDRAL DE SAN MARTÍN (Ourense).
La catedral de San Martín se encuentra situada en el centro de la ciudad orensana y a su alrededor se articulan las calles del casco histórico. Parece ser que en este solar debió existir en el siglo VI un templo construido, según la leyenda, por el rey Suevo Carriarico en agradecimiento a un milagro de san Martín de Tours que salvó a su hijo de la lepra.
El edificio está datado en la segunda mitad del siglo XII y la primera del XIII como templo tardo románico con influencias cistercienses. Originalmente constaba de tres naves, transepto y cabecera con triple ábside. Hubo añadidos, reformas y otras fases constructivas que se prolongaron a lo largo de ocho siglos. Es un magnífico templo, para mi el segundo en importancia de Galicia tras la catedral de Santiago de Compostela bajo cuya sombra e inspiración de muchos elementos se construyó.
Su fachada principal, al oeste, tiene tres portadas románicas con arcos de medio punto y un gran rosetón en la parte superior. He leído que está inspirada en la análoga desaparecida de Santiago de Compostela. El terreno sobre el que se construyó la catedral tiene un desnivel de varios metros hacia el oeste, que dificultaba enormemente el acceso por este punto. Este problema se solucionó entre los años 1975 y 1981 construyéndose una escalinata que la comunica con la plaza de san Martín. Anteriormente la portada se abría a la calle de las tiendas por medio de una balconada que sacrificó una original balconada.
En cuanto a la ornamentación, en el pilar central vemos al rey David tañendo su arpa (no es lugar original de la figura, fue colocada aquí en el siglo XVI). La fachada forma un nártex que protege al Pórtico del Paraíso.
En la fachada norte y en la fachada sur tenemos las sendas portadas del transepto. Comencemos por la del norte. Esta fachada todavía conserva el aspecto originario de fortaleza. Debemos entender que Ourense fue escenario de las disputas nobiliarias entre el conde de Benavente y el de Lemos durante el siglo XV. En 1471 D. Alfonso Pimentel, conde de Benavente, asaltó la catedral por este lado quedando la fachada prácticamente destruida. Después, el propio conde, arrepentido, se encargó de financiar la reconstrucción. Ello motivó una combinación de estilos arquitectónicos.
Tiene tres pares de columnas sobre la que descansan tres arquivoltas. Muchos de sus elementos han sido modificados en el nombrado siglo XV. Por encima se encuentra un tímpano con una Piedad en su centro rodeada por ángeles que portan instrumentos de la Pasión. Se remata la fachada con un rosetón de gótico y dos pequeñas torres en las esquinas de la nave, a modo de contrafuertes.
La fachada sur es de del siglo XII-principios del XIII y, según estudiosos, posee clara influencia de la escuela del Maestro Mateo.
La catedral posee tres torres, una de ella inacabada. En la fachada principal, al oeste, se encuentra la Torre de las campanas, de unos cuarenta metros de altura (subiremos más tarde). En el siglo XVI, sobre la original torre románica, se erigieron dos cuerpos más. En el lado sur, la antes nombrada Torre del Reloj.
En el arco de medio punto septentrional del Pórtico con dos arquivoltas y una chambrana, hay decoración formada por motivos vegetales. Algunos autores han realizado la hipótesis de que estos elementos vegetales aludirían al Jardín del Edén. Ello estaría en consonancia con la ornamentación del arco sur: El Juicio Final.
En la arquivolta del arco central, se representan los veinticuatro ancianos músicos mencionados en el Apocalipsis de San Juan sentados sobre una de las molduras del arco. El tratamiento de las figuras es de un gran naturalismo y llama la atención la variedad de instrumentos musicales que portan, con un repertorio más amplio que el Portal de la Gloria compostelano, y sosteniendo vasijas de perfumes. Por otro lado, las figuras de Ourense muestran un mayor realismo y muestran una cierta interrelación entre ellos, al girando sus rostros unos hacia otros, como si se estuvieran comunicando.
En los laterales encontramos dos pequeños altares barrocos: el de la derecha dedicado a la Virgen de Belén, y el de la izquierda al mártir orensano San Francisco Blanco. En las paredes, dos pinturas que representan a San Cristóbal y San Ildefonso.
Es habitual ver a San Cristóbal (según la leyenda dorada, el portador de Cristo) a la entrada de iglesias y catedrales debido a la capacidad del santo de librar a los fieles de la muerte súbita. La creencia afirmaba que ,si se rezaba al santo, ese día uno no moriría. Se llegó a creer que la mera visión de una imagen de Cristóbal valía para librar a la persona de la muerte, y es por eso que en muchos templos los cuadros y esculturas de San Cristóbal son de gran tamaño, para que los fieles pudieran verlas desde la entrada de la iglesia, sin tener siquiera que acceder al lugar sagrado. Incluso hay algún refrán en ese sentido:
“Si del gran San Cristóbal hemos visto el retrato. Ese día la muerte no ha de darnos mal rato.”
Los orígenes del Santo Cristo orensano tienen visos legendarios. Dice esta leyenda que la talla es obra de Nicodemo, uno de los santos varones que estaban en el calvario y recogieron el cuerpo de Jesús. La talla se habría ido transmitiendo de generación en generación hasta que en un momento dado la imagen llega flotando sobre las aguas en una caja a las playas de Finisterre donde ya existía una talla de semejantes características. Don Vasco Pérez Mariño, obispo entre 1333 y 1343, la regaló a la catedral orensana.
Como decía, la talla tiene un gran realismo, la de un auténtico cadáver. Baltasar Porreño, en su "Nobiliario de Galicia", a principios del siglo XVII la describe de esta forma:
"Hay en la santa Iglesia de Orense un crucifijo devotísimo y es una de las estaciones de peregrinos que van a Santiago de Galicia hacen: es obra maravillosa y su figura a lo muerto es de dos varas y tercia menos un dedo de largo y tiene del medio del pecho del remate de los dedos de cada mano enclavada, poco más de vara: y se suena tiene su cabellera de cabellos naturales de hombre, y las uñas también de hombre. Es tan notablemente blando y suave como si fuera cuerpo humano y vivo, porque tocándose con el dedo en muchas partes se hunde y quitando el dedo se vuelve a su primer ser y proporción. Está tan desfigurado, sangriento y acardenalado, que causa grandísima compasión, ternura y devoción a todos cuantos le miran: tiene sembrado por el cuerpo, brazos y piernas, muchos cardenales, ronchas y verdugones en diversas formas y figuras, y están relevados de la carne cuanto el grueso del dedo menor de la mano, unos más y otros menos, unos reventados y corriendo sangre por haber asegurado y llegado por allí muchas veces el azote y otros enteros, a punto de reventar, según están enconados, azules y morados"
Justo al lado vemos una serie de óculos en la pared que servirían para proporcionar luz a la escalera de caracol que se encuentra dentro del muro y que llegaría a las cubiertas del templo.
Deberemos parar un momento y observar el interior del cimborrio que ya atrajo nuestra mirada en el exterior. Es octogonal y alcanza los 28 metros. Está situado sobre el altar y dispone de 16 grandes ventanales que permiten la iluminación interna. En sus 2 alturas interiores podemos ver dos balaustradas de madera. La balaustrada inferior se ornamenta en su contorno con ángeles y apóstoles.
Recorriendo la nave del Evangelio encontramos distintas capillas como la de S. Juan donde podemos ver una interesante pila bautismal y parte del mecanismo del reloj y campanas.
Volviendo por la nave de la Epístola en ella encontraremos varios sepulcros de obispos. A destacar el del obispo Don Lorenzo (uno de los constructores de la catedral en su última fase). Aledaños a ello también nos sorprenden varios tableros de juegos medievales grabados en la roca.
No deberíamos abandonar el lugar sin visitar el museo catedralicio. Allí podemos encontrar tesoros como la arqueta de Santa Eufemia (ce madera con placas de marfil. Siglo XV) o el primer libro impreso en Galicia, el Misal Auriense (1494).
La catedral de Ourense, una desconocida joya en una ciudad también poco conocida. Mi visita tuvo un valor añadido debido a que la realice sólo, sin público, y recorrer esas naves, esas capillas, subir a su torre... fue especial, se respiraba Historia.
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