SAN ADRIÁN DE SASABE. (Borau. Huesca).
En esta ocasión visitaremos un lugar muy especial, creo que único. Está situado a unos cuatro kilómetros de la localidad oscense de Borau. Se trata de la ermita románica de San Adrián de Sasabe. El monasterio fue mandado construir por el señor Galindo Aznárez, sobre un templo visigodo, en el siglo XI. Actualmente sólo encontramos una particular ermita.
El monasterio tuvo una gran relevancia en su momento. Fue uno de los monasterios más significativos de Aragón, siendo sede de los primeros obispos aragoneses. Actualmente recae en los obispos que son auxiliares y que no todavía tienen sede titular. Relacionado con esta vinculación episcopal existe una inscripción en piedra a un lado de la puerta lateral: "HIC REQVIESCVNT TRES EPISCOPI" (Aquí descansan tres obispos). Esta puerta lateral comunicaba posiblemente con el claustro del antiguo monasterio.
Pero comencemos por las singularidades. El edificio se encuentra ubicado en la confluencia de los barrancos Cancil y Lúpan y por debajo del cauce del río Lubierre que pasa a una docena de metros. Bien, como supondréis el terreno tiene una gran humedad. Por ello la cimentación del templo no es sobre roca, sino sobre troncos de sabina que soportan perfectamente la humedad. Es más, si está humedad en algún momento desapareciera el edificio posiblemente colapsaría y derrumbaría.
Dada su particular ubicación, las continuas crecidas del río y los sedimentos a lo largo del tiempo el templo fue semienterrado, accediéndose al mismo por la ventana que se encuentra encima de la portada principal. Alrededor de 1960 el antiguo ICONA desenterró la iglesia y mostró su verdadera estructura. Lamentablemente no se excavó en la parte sur que es donde se supone se encuentra el antiguo monasterio.
En San Adrián encontraremos una nave única, de buena altura, orientada y acabada en ábside semicircular al este que posee los habituales tres vanos. En este templo románico veremos mezclarse elegantemente el arte de los maestros lombardos con las nuevas técnicas de la emergente Jaca. También observaremos características similares con la cercana Santa María de Iguazel.
La portada al oeste se haya en un volumen ligeramente adelantado. Se compone de tres arquivoltas y el guardapolvo es de ajedrezado jaqués. Hay señales de que hubo protegiéndola un tejaroz. Los capiteles son muy distintos, el de la izquierda, bien conservado, con motivos vegetales, muy jaqués. El de la derecha se encuentra muy deteriorado, se adivinan figuras antropomorfas. Es un poco más pequeño, lo que se compensa añadiendo una pieza con un collarín sogueado. Hay autores que sostienen que en origen existiría un tímpano, hoy por hoy ha desaparecido o fue expoliado.
Accederemos al interior bajando seis escalones que en época de exceso de agua se convierten en pequeñas cascadas. Estructuralmente el interior se compone de una cabecera formada por un cilindro absidal cubierto por bóveda de cuarto de esfera. Existen tres largos vanos que vierten luz trinitaria al altar. Delante un presbiterio corto lombardo con bóveda de medio cañón. Tres escalones sobre elevan todo este espacio sacro. En los laterales dos puertas, la sur comunicaría con el desaparecido claustro monacal. Tiene también arco de medio punto y ajedrezado jaqués. La del norte nos permite en acceso a una sobria torre. En esta torre veremos unos sobresalientes sillares y un vano aspillerado, seguramente defensivo.
Unos últimos apuntes sobre el interior. Al pie de la nave encontramos una pila cuadrada, creo que de especial significado e importancia. Circundando toda la iglesia un pequeño canal excavado en el suelo encauza el agua y cuyo rumor, si cerramos puertas y ojos, nos producirá un efecto relajador y tranquilizador. Como vemos el agua es la protagonista en todo momento. Sus constructores buscaron edificar en contacto con ella, de ahí su ubicación. En el interior esta relación es más íntima, en las paredes existen oquedades, a distintas alturas, de las que mana agua que recogerán los canales, incluso en el ábside. El altar se encuentra rodeado por canalizaciones. Es como si el agua sacralizara el lugar. Personalmente soy de la opinión de que el templo actuaría de forma semejante a un nilómetro del lejano Egipto. En este caso el agua marcaría por medio de las oquedades y de la cuadrada pila la cantidad de agua que tendríamos ese año tras el deshielo. Ello podría dar una idea de si ese año la cosecha en los terrenos del monasterio sería mala o abundante y, en consecuencia, pedir más renta a los "vasallos" que cultivasen esas tierras.
El santo al que está advocado el templo también está relacionado con el agua. San Adrián era un oficial de las milicias de Maximiliano; casado con Natalia, ambos eran cristianos. Adrián no quiso renunciar de su fe por lo que fue torturado y su cuerpo arrojado al fuego, pero una tromba de agua apagó la pira. Natalia se reunió con él caminando sobre las aguas.
En la parte exterior de la cabecera podemos observar una serie de ménsulas, muchas con motivos geométricos. Dos me llamaron la atención. La primera nos muestra una cruz de brazos redondeados e iguales sujetada por una mano izquierda. Sobre la cruz, a cada lado, del sendas perlas. Desconozco el significado.
La otra ménsula nos enseña una cabeza imberbe de ojos almendrados y con un peinado que parece un casco. Parece ser que representa a Sancho de Larrosa, abad del lugar en el momento de la consagración del templo, allá por 1104.
San Adrián de Sasabe también tuvo protagonismo en la historia del Grial. Existe diversa documentación de su presencia en este monasterio. Más tarde, la supuesta reliquia estuvo en San Juan de la Peña acabando finalmente su recorrido en Valencia en el año 1424.
Sólo un último apunte y recomendación. Si decidís visitarlo os aconsejo hacerlo en primavera, tras el deshielo, pues durante un par de semanas en esa época las paredes se cubren con una capa de musgo debido a la humedad, parece que están tapizadas. San Adrián de Sasabe, un lugar donde convergen historia, leyenda y belleza.
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