CASTILLO DE MIRAVET (Tarragona).


  CASTILLO DE MIRAVET  (Tarragona).



Esta semana viajaremos a un lugar en el que se unen dos de mis pasiones: los castillos y la Orden del Temple. Iremos a los restos de la fortaleza de Miravet en la provincia de Tarragona.




La fortaleza aparece ya citada en el siglo IX como Múrabit.  Fue Abd-al-Rahman III quien mandó construir el castillo a principios del siglo X para fortificar la frontera del Ebro entre Zaragoza y Tortosa.

Fue el último reducto musulmán del Ebro en sitiarse y caer.  El asedio se inició en diciembre del año 1152 ocupándose de la defensa los temidos almorávides, auténticos monjes-guerreros del islam. En el exterior se encontraba el ejército de Ramón Berenguer IV, y a la cabeza de éste, los caballeros del Temple, sus semejantes en la cruzada. El 24 de agosto de 1153 la fortaleza cayó en manos de las huestes cristianas y ese mismo día el príncipe de Aragón y conde de Barcelona donó el castillo y pueblo de Miravet a Pere de  Rovira, maestre de Hispania y Provenza de la Orden del Temple de Salomón desde el año 1143. 

Esta construcción estaba destinada, de nuevo, a reforzar las líneas defensivas (en este caso) del Reino de Aragón que ya ejercían algunos ríos de forma natural. Los templarios formarían una línea de defensa con Miravet y Tortosa en el río Ebro, Monzón en el Cinca y Gardeny en el Segre. Estos cuatro castillos también serían más tarde la punta de lanza aragonesa para la conquista de los territorios valencianos.

Los templarios reformarían el castillo casi en su totalidad dándole el aspecto que hoy vemos. La fundación de la encomienda se llevó desde la casa templaria de santa María de Tortosa y el primer comendador de la nueva encomienda sería 
desde 1190 Ramón Bernat desde 1190.

Se puede subir en vehículo hasta el mismo castillo. Sin embargo, os aconsejo subir andando desde la bella población, es un pequeño paseo que os permitirá ver los muros de la formidable fortaleza y, también, un antiguo molino de aceite convertido hoy en restaurante.




El castillo está erigido sobre una atalaya de unos 100 metros de altura. Está estructurado en varios niveles que aprovechan la topografía del terreno. En la planta baja encontramos una serie de dependencias de carácter defensivo y de intendencia (más tarde las veremos someramente). A continuación, os muestro un plano con sus localizaciones:




El acceso al castillo se hacía por una barbacana construida en ángulo para protegerse de ataques directos. Al cruzarla encontramos a una gran terraza totalmente amurallada con restos de algunas dependencias templarias como unas caballerizas que se emplearían también como almacén de grano. A su lado posiblemente habría un huerto y un olivar para autoabastecimiento. Avanzamos y topamos con una nueva puerta (construida posteriormente) por la que accedemos a un túnel. Sobre la entrada, una fecha, 1839 (reinado de Isabel II).




El túnel, también en ángulo, nos da paso a un patio interior. Es el patio de armas que nos da acceso a distintos espacios como el refectorio, la cocina, la bodega, el granero y otras dependencias de intendencia. En la entrada al patio existen los restos de una gran cisterna o aljibe (de doce por cinco metros y seis de metros de profundidad) excavada en roca para recoger el agua de lluvia y asegurar el abastecimiento en caso de asedio. En este patio de armas podemos ver todavía restos del muro original de la época andalusí.




La bodega se utilizó en el siglo XVII como cárcel. De esta época procede la trampilla del techo por la cual se les daba comida a los presos. 




En el patio, al fondo, vemos una escalera que nos lleva a un piso superior en el que se encuentra una galería formada por cuatro ventanales con arcos de medio punto. Llegamos a un espacio dedicado menos a lo material y más espiritual, un lugar más noble. En origen se accedería a él por medio de una escalera de madera que se podía retirar en caso de asedio. Esta galería haría las funciones de claustro distribuyendo los espacios (no debemos olvidar que los templarios eran mitad monjes, mitad guerreros). La planta tiene forma poligonal y unos dos mil quinientos metros cuadrados de extensión. Contaba con cinco torres de planta rectangular.




Desde la galería y a través de una portada con arco de medio punto, entramos en la capilla templaria advocada a santa María de Gracia.. Es un sencillo templo, de planta basilical, de una sola nave, cubierta con bóveda de cañón ligeramente apuntada y cabecera con ábside semicircular. Desde este ábside un estrecho pasadizo llevaría a la Torre del Tresor (tesoro). 




A los pies del templo una simple y desgastada escalera de caracol nos conduce a la azotea. Desde esta altura se puede contemplar una magnífica vista de un Ebro a nuestros pies.




Miravet llegó a convertirse en una de las más importantes fortalezas y encomiendas de la Corona de Aragón. De la encomienda del castillo de Miravet dependían 27 casas templarias y durante un tiempo el maestre ostentó también el título de comendador de Tortosa-Miravet y el Comendador de la Ribera (del Ebro). Controlaba el paso fluvial y terrestre hacia el interior y al mismo tiempo era un importante centro administrativo y político. Desde finales del siglo XIII residía allí el maestre provincial y era donde se custodiaba parte del tesoro y archivos de la Orden en la Corona de Aragón.

Pero llega el principio del siglo XIV y el conocido proceso contra la Orden. El rey aragonés Jaime II (con reticencias iniciales) presionado y a instancias del papa Clemente V y del rey francés Felipe IV ordena la detención de los templarios de su reino. Los freires de Miravet (como la muchas de las fortalezas templarias del reino) se aprestan a defenderse encargándose la defensa en este caso a frey Ramón de Saguàrdia. En Miravet se celebra un capítulo al que asisten distintos comendadores templarios. Tras el capítulo estos templarios se quedarán en Miravet uniéndose a la resistencia por ser Miravet un lugar con una gran posición estratégica y buena defensa. Se tiene conocimiento de la incorporación de además del nombrado comendador de Masdeu y frey Berenguer de Santjust (comendador de Miravet), frey Jaume d'Oluja (comendador de Granyena), frey Ramón d'Oliver (comendador de Zaragoza). Jaime de Garrigans (comendador de Gebut), así como más templarios procedentes de encomiendas cercanas de más difícil defensa.

Comienza el asedio real. Ante la ineficacia del mismo, en marzo de 1308, Jaime II envía al juez  y doctor en leyes Pere de Vila-Rasa a negociar con los sitiados. No tuvo éxito. El asedio se recrudece. Tras poco más de un año de asedio, el 12 de diciembre, Ramón de Saguàrdia pone fin a la resistencia templaria en la fortaleza y entregó Miravet al veguer de Tortosa que acaudillaba las tropas reales. Los templarios presos fueron trasladados a Tortosa, encarcelándolos en el castillo de la Suda. Sin embargo, en Miravet todavía quedan seis templarios que se niegan a rendirse: el comendador de Miravet, Berenguer de Santjust con sus dos sobrinos Ramón y Guillem; Ramón de Saguàrdia con frey Millàs y frey Siscar. Estos caballeros deciden resistir en la torre principal del castillo protegiendo el archivo y tesoro de la Orden. Al fin son apresados en la madrugada de 14 de diciembre marcando el fin del sitio de Miravet.
 
En el reino de Aragón los templarios detenidos fueron encarcelados desde el momento de la toma de cada una de las fortalezas (1308-1309) hasta 1312. Eso sí, tuvieron interrogatorios con "torturas ligeras" (normas de la época) por "recomendación" del Papado. Al final fueron absueltos durante el Concilio de Tarragona del 7 de julio de 1312. Muchos de estos caballeros entrarían en cenobios y otros muchos de ellos seguirían firmando hasta su muerte como caballeros templarios que eran y se consideraban.

Una vez que los templarios abandonaron el castillo, éste tuvo un administrador provisional hasta que en 1317 la propiedad pasó a manos de la Orden de San Juan de Jerusalén dependiendo de la Castellanía de Amposta. Los hospitalarios lo abandonan durante la Guerra del Segadors cuando las tropas reales de Joan II lo conquistan en 1466. Hasta que en el siglo XIX será reformado para adaptarse al nuevo uso de la artillería. En 1835 se vende a particulares. Será también escenario de conflictos como la Guerra de Sucesión (1701-1713) o las tres Guerras Carlistas (1833-1876) en las que sucesivamente fue cambiando de dueño. También durante la Guerra Civil (1936-1939) fue una zona muy castigada en la Batalla del Ebro de 1938.

Me gustaría acabar con una leyenda. Se nos cuenta que dos veces al año, en marzo y en diciembre, a las doce de la noche, aparece el fantasma de Berenguer de Santjust o el de Ramón de Saguàrdia, recorriendo la fortaleza pidiendo venganza y convocando a los hermanos de la Orden a continuar la conquista de los Santos Lugares y hay quienes afirman que se presentan espectros de otros defensores montados en sus caballos dispuestos a tal conquista.


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