SAN MIGUEL DE FOCES (Ibieca. Huesca).
SAN MIGUEL DE FOCES (Ibieca. Huesca).
A los pies de la Sierra de Guara, en medio del campo, encontramos el sólido edificio. El templo fue construido a mitad del siglo XIII con vocación de ser utilizado como panteón familiar. Históricamente fue importante por ser sus constructores una de las sagas más importantes altoaragonesas. Arquitectónicamente nos marca la transición de un románico tardío a un incipiente gótico. Está llena de particularidades.
Está construido sobre los restos de un templo romano, orientada a los cuatro puntos cardinales y muy cerca hay de una calzada romana.
La construcción del templo fue comienza en el año 1246 por el Sr. de Foces (familia que era una de las ocho familias más importantes de Aragón), consejero del rey Jaime I y en alguna ocasión, prestamista de éste. Fue nombrado Procurador General de Valencia y, quizá por ello, principal promotor de la catedral de Valencia (comentaré más tarde similitudes entre ambos templos). El escudo de la familia eran cartabones en rojo sobre fondo dorado (en batalla cambiaba a tres hoces en triángulo).
El paraje en la Edad Media era muy rico, zona de deshielo con ibones, abundante agua y caza, bosques ... Existía la villa de Foces rodeada de siete aldeas más. El castillo se encontraba, en un promontorio, a unos trescientos metros del templo (muy cerca de un dolmen que marca la estrella polar). Una epidemia de peste despobló toda la región.
Sabemos que el lugar fue entregado (posiblemente influenciado por el testamento del Batallador) antes de su partida a Valencia en 1259 a la Orden de San Juan de Jerusalén con la condición de que se construyera un convento (con comendador y trece frailes), una hospedería y un hospital. En la esquina Noroeste vemos algún resto de este período: encontramos la puerta con arco de medio punto y decorada por puntas de diamante por la que entraban los peregrinos y otra (tapiada) por la que salían, después del triaje, para ir al hospital. De aquí arrancaría el claustro del que no queda nada y también en esta esquina estaría una torre que más tarde se transformaría en una espadaña.
Según la tradición y una nota en un documento del momento todos los hospitalarios fueron asesinados la víspera de san Juan Bautista de 1309 tras un asalto al convento. A partir de ahí el enclave pasó por distintas manos que llevaría a un progresivo deterioro y a la demolición del espacio conventual.
Entraremos al templo por una portada situada al Sur. Cuando la observamos podemos ver la gran semejanza que existe con la puerta más antigua de la catedral valenciana, a la Puerta del Palau o de la Almoina.
En el ángulo junto a la puerta podemos ver una especie de banco corrido. Su función no es para sentarse, seguramente servía para descabalgar con mayor facilidad.
Bien, la portada está compuesta por cuatro arquivoltas y guardapolvo, tímpano liso y tejaroz. Dos de las arquivoltas están decoradas por dientes de sierra observando que varios de ellos están rotos (posiblemente por ser diana de prácticas de tiro).
La decoración de grecas y capiteles es a base de motivos vegetales que parten de cabezas de animales fantásticos, dragoncillos.
Antes de entrar en el templo me gustaría compartir un especial grabado situado en el muro. Podemos ver un escudo hospitalario con la cruz de las ocho beatitudes y, debajo, un especial reloj de Sol: el Reloj de S. Benito. Nos marca las horas canónicas (un poco más abajo se grabó toscamente un tradicional reloj de Sol).
Vayamos al interior. La iglesia tiene planta de cruz latina. La nave tiene dos cuerpos y está cubierta por bóveda de cañón apuntado. Al lado del ábside principal se abren sendos ábsides secundarios en los brazos del crucero cubierto con bóvedas de crucería. Es en estos brazos donde se encuentran los panteones de D. Eximino de Foces y su esposa, su hijo D. Atho de Foces y su esposa. Los ábsides son poligonales y están cubiertos con bóvedas nervadas.
Existen a los pies dos arcosolios más, aunque sin sarcófagos, no han sido ocupados en ningún momento. Os muestro la planta con todo ello:
Y esta la visión desde los pies:
En esta parte podemos ver las escaleras por las que se accedía a la torre/campanario. A sus pies vemos una sólida pila bautismal en la que se realizaba el bautismo por inmersión.
Según vamos avanzando por la nave observo el suelo original que todavía se conserva. Me llama la atención varias losas. Por un lado, veo baldosas con un extraño dibujos que no sé explicar (hay alrededor de diez-doce distribuidos por todo el templo). También observe que muchas de las baldosas tienen muchos círculos de pequeño tamaño. Su función era evitar resbalones y caídas no deseadas, se realizaban con cañas cortadas antes de cocer la baldosa.
Nos movemos hacia los brazos del crucero, lugar en el que se encuentran los panteones. En el lado del Evangelio se encuentran los del señor, D. Eximino de Foces (promotor de la iglesia) y el de su esposa. Los sepulcros no tienen ni escudo ni identificación alguna para evitar robos. Sabemos de su localización por medio de un documento en el que su hijo indica que "su padre está enterrado donde siempre quiso ser enterrado, en Foces, en el panteón familiar, a la derecha del altar."
Este brazo del crucero estaba destinado a los caballeros. Como la misa sólo se podía escuchar de rodillas o de pie, en este lugar existía una "repisa" que a modo de las misericordias de los coros se usaba para descansar.
El ábside correspondiente a este lado guarda una maqueta del edificio. Se accede a él por un arco apuntado.
Encima de los arcosolios encontramos pinturas de gótico lineal con escenas de la vida de la Virgen y Jesús. Encima de uno de los sepulcros se encuentra un pantocrátor rodeado de las figuras simbólicas de los Cuatro Evangelistas (un hombre, un león, un águila y un buey).
Pasamos al lado de la Epístola. Las pinturas de esta zona se encuentran en mejor estado pues da al Sur.
Este lado es el de las damas. También tenía una "misericordia" para apoyarse. En este ábside de la Epístola se colocaban los cadáveres de los niños.
Las pinturas de encima de los arcosolios nos muestran episodios de la vida de san Juan. Los sepulcros contienen los restos de Atho de Foces (conquistador de Mallorca y también consejero de Jaime I a la muerte de su padre) y de su esposa Sancha (este último es el único que fue abierto durante la Guerra Civil).
Las pinturas nos muestran escenas de la vida de san Juan Bautista.
Sin embargo, las pinturas que se encuentran en mejor estado son las ubicadas bajo los arcosolios de arco apuntado. Bajo los arcos se encuentran sendas crucifixiones. Sobre el sepulcro de Atho acompañado de dos figuras femeninas, la Virgen María y Mª Magdalena (distinguibles por el color de sus vestiduras). Por debajo, dos ángeles elevan el alma al Cielo. Y, en medio, de un mensaje relativo a la muerte del finado. Al otro lado Cristo es acompañado de los Apóstoles identificados con cartelas.
Volvemos sobre nuestros pasos para fijarnos en el ábside central. Llama la atención la esbeltez y altura, y los tres vanos abocinados que proporcionan una gran luminosidad. La bóveda que la cubre es de nervaduras y podemos ver, encima de las mismas unos redondos agujeros. Su función: evitar el eco (por cierto, el templo tiene una gran acústica).
Al pie de los escalones que nos llevan al altar se encuentra un importante punto telúrico. Existe un río subterráneo que atraviesa el templo de Este a Oeste con un ramal hacia el Norte.
En el lado del Evangelio veo una singular baldosa: tiene grabadas tres manos derechas (desconozco también el significado).
En lugar preferente está la fotografía de la desaparecida talla de la Virgen de Foces (fue quemada junto con el púlpito y otros elementos durante la Guerra Civil). Cuenta la tradición que un ibiecano encontró en los restos de la hoguera una mano y parte del brazo. Con el tiempo se realizó una réplica de escayola de la escultura usando en ella los restos que se libraron de las llamas (es la imagen que os muestro a continuación).
Otra curiosidad comentada por la guía que me enseñó el monumento: La losa superior del altar se encontraba en el suelo y sobre ella se colocaban los restos del señor fallecido antes de ser introducidos en el correspondiente sepulcro.
La temática empleada en los capiteles es fundamentalmente vegetal, aunque podemos ver alguna figura en la cabecera y en el crucero.
Por ejemplo, a los lados del altar encontramos un alado arcángel san Miguel y una deforme figura que podría representar al demonio.
Especial destreza tienen las filigranas de las claves de las bóvedas. Las bases de la columna también poseen una característica que también se repite en algunas columnas de la catedral de Valencia: la existencia de unos pequeños orificios cuadrados rodeándolas.
Salgo de la iglesia para circundarla y observar la cabecera desde el exterior asombrándome de su belleza, solidez y calidad de los sillares.
Me fijo particularmente en el muro Sur en el que podemos ver, de abajo a arriba, los sillares que aún quedan del primitivo templo romano, la característica erosión de la roca arenisca que, por cierto, no se ve en ninguna otra parte del templo (aquí es donde azota especialmente el viento).
Especial atención merecen las numerosísimas marcas de cantería, se han encontrado decenas y decenas de ellas. Son de todo tipo, muchas conocidas de otros románicos templos, pero otras son muy diferentes (espadas, arcos). Incluso hay alguna que es la primera vez que las veo...
Existe un panel que recoge 135 de estas marcas de cantería que podemos buscar en el enclave. Y, por supuesto, también podemos encontrar los inevitables grafitis grabados a lo largo de los años, de los siglos.
Termino esta visita agradeciendo el buen hacer de la guía que me enseñó el monumento haciéndolo, incorporando tradiciones, leyendas y numerosos datos prácticos.
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