CASTILLO DE MORA DE RUBIELOS (Teruel).

 

CASTILLO DE MORA DE RUBIELOS (Teruel).


Nuestro objetivo se encuentra sobre una loma que domina la localidad. Es una construcción sólida, férrea, dispuesta para la defensa. El emplazamiento tiene un origen musulmán. En el año 1171 Alfonso II lo conquistó convirtiéndose desde entonces en la punta de lanza de la Corona de Aragón frente al reino musulmán de Valencia.




Durante la guerra de los dos Pedros (Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón) la villa fue tomada por las tropas castellanas. Al año siguiente fue recuperada para Pedro IV quien concedió grandes privilegios a los moranos ya que llegaron a abrir las puertas de la muralla a las tropas aragonesas.

La fortaleza pasó por las manos de distintas familias nobles hasta que en 1367 lo compró la familia Fernández Heredia que daría forma al actual castillo derrumbando el anterior casi en su totalidad. Don Juan Fernández de Heredia pertenecía a una de las ocho grandes familias de la Corona de Aragón. Llegó a ser Gran Maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén. Hombre de gran cultura, fue consejero de reyes y papas. Como nota curiosa: todos sus herederos hubieron de tomar el nombre de Juan por disposición testamentaria.

En 1614 el correspondiente Juan de Heredia cedió el castillo a la Orden de S. Francisco que lo habitaron hasta la Desamortización de 1835 momento en el que pasó a manos municipales.

La fortaleza cuenta con cuatro torres, todas distintas. Os muestro la torre del homenaje (que contiene dos estancias de planta cuadrada y una mazmorra en su nivel inferior) y la torre puerta que da acceso al castillo de la villa. En esta última podemos ver restos del foso (unos siete metros de anchura por unos seis de profundidad) de épocas pasadas y que es salvado por una pasarela de madera.




Tras cruzar por el puente topamos con una primera puerta coronada por el escudo de los Fernández Heredia. Este escudo lo veremos de forma recurrente en toda la fortaleza en sus versiones de cinco o siete castillos.




La puerta da paso a una pequeña estancia, cerrada por una segunda puerta y con una buhedera (agujero realizado en el techo para poder disparar o tirar cosas a los atacantes).
 
Exteriormente los muros tienen abundantes elementos defensivos como ventanas saeteras o matacanes.




Al lado contrario hay otro acceso, esta vez protegido por una rampa en zig zag. Será por esta puerta por la que entraremos al castillo.




Una vez dentro de la fortaleza encontramos un gran patio porticado con grandes arcos ojivales que actualmente recoge una gran muestra de máquinas de asalto y asedio y armas (algunas muy curiosas y no solo medievales).
 

 


Este patio fue utilizado como claustro durante el período conventual. Cuenta con un pozo de gran profundidad, unos 26 metros.




El patio articula el conjunto comunicando las diferentes estancias que iremos descubriendo. Seguiremos el sentido contrario a las agujas del reloj.




El primer lugar visitamos son las caballerizas. Es un espacio alargado subterráneo situado justo al lado de la puerta de entrada.  




Volvemos al patio y, a la derecha, hay una gran estancia: la sala de las chimeneas. Era una estancia noble, con carácter representativo. Tenía una cubierta de madera apoyada en ménsulas de madera. Estaba caldeada con dos chimeneas. 





Contigua se encuentra la llamada sala pequeña. Las puertas, cada vez más pequeñas, nos indican que nos estamos acercando a la zona privada del señor feudal. Pudo haberse dedicado a audiencias más privadas o a la vida doméstica del señor. También tiene cubierta de madera.


   


Las estancias en la Edad Media estaban cubiertas de telas tapizando las paredes  para combatir el frio, la humedad y las corrientes de aire. Las camas tenían dosel por el mismo motivo y también por intimidad.
 
 

 
  Los muebles eran muy escasos procurando que, a causa de la movilidad de la nobleza, fueran ligeros, desmontables y transportables. Ello explica el extendido uso del arca que podía tener muy diversos usos. En esta estancia existe un pequeño pasadizo que lleva a una letrina privada (existe otra para la soldadesca y servicio al lado de la puerta de entrada que también hace las funciones de matacán)
 
 



Muy cerca y debajo de estas estancias se encuentra la mazmorra. Está ubicación propicio la leyenda de que, en un ejercicio de sadismo, el señor gustaba de escuchar6 desde sus aposentos los lamentos de los prisioneros. 

Se llega a ella por una empinada escalera, tras cruzar una doble puerta. Se pueden ver algunos grabados de los prisioneros que por allí pasaron.




Siguiendo nuestro recorrido llegamos a la gran escalera que permite el acceso a la planta superior. La que vemos y utilizamos es una reconstrucción de la original (anterior a las escaleras renacentistas que conocemos).





El acceso a la galería (que articula de manera palaciega esta planta superior) se realiza por una amplia puerta con ventanas geminadas contiguas que iluminan la escalera.  Los dos tramos de la solana se abren al patio mediante una arquería mientras que los de la umbría están cerrados por un muro con ventanas con arcos conopiales.





El piso superior nos da una buena y distinta perspectiva del patio. Esta zona se encuentra en pleno periodo de restauración, pero podemos ver guiños a un pasado. Por ejemplo, encontramos un calvario, seguramente una reminiscencia de su pasado como convento franciscano. Volvemos al nivel inferior.





En el lado oeste encontramos un par de espacios expositivos. En uno de ellos podemos ver la reproducción de un trono bizantino usado en la película Tirant Lo Blanc (ya hemos visto otros elementos de este film en otras salas). 




Salimos al patio y volvemos al punto de partida. Desde aquí podríamos subir a la torre (hoy está vetado) o descender a una estancia que se considera estaría el archivo.

El archivo era un lugar especialmente protegido, contaba con doble puerta y buhedera abierta en la bóveda que permitiría ver cualquier movimiento desde la sala grande superior. Consta de un par de armarios empotrados en el muro que estarían protegidos por sólidas puertas.




En este nivel inferior podemos ver restos del castillo primigenio, de una torre de planta circular. Podemos ver su traza marcada en el suelo.




Seguimos explorando. Llegamos al sótano alto, un amplio espacio que desempeñó distintas funciones a lo largo del tiempo. En origen pudo ser bodega, almacén de provisiones y productos derivados de las rentas y tributos señoriales e incluso de pertrechos y armas.




Pero también existe un sótano bajo que presentó desde un principio problemas de humedad producidos por filtraciones del patio y de su profundo pozo. Para solucionarlo en parte se habilitó un sistema de drenaje. No obstante, seguramente se haría una distribución funcional de los elementos colocando en el superior los más sensibles a la humedad.




Seguimos por este mundo subterráneo llegando a la cripta que se encuentra debajo de la capilla que veremos más adelante (ambas se comunican por un hueco abierto en la cúpula). Se debió habilitar como sepulcro hacia mitad del siglo XV cuando Gonzalo Juan de Heredia dispuso ser enterrado en la capilla. Durante la fase conventual esta estancia también tuvo un uso funerario.




La capilla (hoy sala de exposiciones) fue construida a mitad del siglo XV en la última torre octogonal. Su planta es rectangular y se encontraba bajo la advocación de san Juan del Castillo.




Me fijo en algunos detalles, por ejemplo, vemos cubierta con una madera la apertura que comunica con la cripta que se encuentra debajo. Podemos ver también el escudo de la familia tanto en la clave de la bóveda como en algunos azulejos del pavimento. Otros azulejos llevan la frase "fer be" que es el lema de san Vicente Ferrer.




En último lugar que vamos a ver es el cuerpo de guardia. Es una pequeña estancia en la que se encontraban los soldados que controlaban la entrada del castillo-palacio. En el siglo XIX fue utilizada como calabozo para encierros breves por pequeñas infracciones.




El castillo sufrió un grave incendio en 1700 y destrozos durante la Primera Guerra Carlista y la Guerra Civil. En la década de los 70 del pasado siglo comenzó una lenta restauración que todavía continua.




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