SAN CLAUDIO DE OLIVARES (ZAMORA).

 

SAN CLAUDIO DE OLIVARES (ZAMORA).



Hoy visitamos un pequeño templo románico situado extramuros del primer recinto amurallado de Zamora, en el arrabal de Olivares, al sur del castillo y de la catedral y muy cerca del río Duero que propició que las distintas inundaciones acabaran afectando al edificio con repetidas reconstrucciones de alguno de sus muros y llegando a provocar incluso la caída de la bóveda de cañón original de su nave.




La primera referencia documental de la iglesia data de 1176 aunque hay autores que sitúan su construcción en el primer cuarto del siglo XII considerándola la iglesia románica en pie más antigua de la capital. Es en este primer cuarto de siglo cuando crece la ciudad por repoblaciones e inmigraciones al haberse asegurado la frontera en el Tajo.

Sin embargo, es muy posible que se realizará en dos fases: el ábside y cabecera a comienzos de este siglo XII y al final de la centuria, el resto.

Su planta es alargada, irregular, con la cabecera ligeramente girada. Destaca la amplitud del presbiterio con dos tramos.




Exteriormente destaca por dos elementos: su cabecera y su portada al Norte. El material utilizado en su construcción fue piedra arenisca.




La parte exterior del ábside es muy sencilla, casi lisa en su totalidad. Tiene los tres vanos habituales en forma de tres restauradas aspilleras abocinadas. Y también tendría una serie de finas columnillas de las que solo se conserva una del extremo Sur.

Lo más destacable es su cornisa con una banda ajedrezada y por debajo de ésta una colección de muy desgastados canecillos figurativos en los que más que ver se adivinan una serie de actividades y tareas humanas.





En el alero del tramo recto de la nave continúa la misma decoración en los canecillos.




Continuamos con la portada orientada al Norte y construida sobre un arimez casi cuadrado y protegida por un estrecho tejaroz con diez canecillos decorados con cabezas humanas.




La portada posee cuatro arquivoltas de medio punto más una moldura exterior de palmetas. Las arquivoltas intermedias descansan en tres pares de columnas tan desgastadas que prácticamente han desaparecido, sólo quedan cinco capiteles vegetales muy, muy desgastados.




La arquivolta interna es prácticamente lisa, únicamente podemos ver un Agnus Dei en su clave que todavía conserva parte de su color. 

Lo más interesante lo encontramos en la segunda arquivolta en forma de 14 dovelas figuradas. De nuevo aludo al gran desgaste de casi todos los grupos escultóricos (se nos compensará en el interior...). En las esquinas de esta arquivolta se encuentran las figuras de lo que fueron dos leones. En las otras doce dovelas podemos ver un calendario (que debe ser leído de derecha a izquierda) con una actividad representativa de cada uno de los meses (es un tema que ya hemos visto en otros enclaves románicos). A modo de ejemplo os muestro la de septiembre (vendimia) o dos cerdos engordando para su cercana matanza (noviembre).





La tercera arquivolta mantiene una uniforme decoración vegetal en toda ella con grandes hojas.

Y la cuarta arquivolta, la exterior, nos muestra una fila de animales, tan solo hay una figura humana con lo que parece un oso. 




Vamos al interior. Cruzamos el umbral y lo primero que nos llama la atención es la cubierta realizada en madera que es fruto de una restauración relativamente reciente. El origen estaría cubierta con una bóveda de cañón que acabó cayendo por la inestabilidad de los muros ante inundaciones del cercano Duero.




Nos acercamos al reducido ábside (cubierto con bóveda de horno) iluminado por aquellos estrechos vanos que vimos en el exterior. 

El amplio presbiterio (de dos tramos) está cubierto con bóveda de cañón reforzado con un arco fajón. En las ménsulas de este arco están esculpidos dos atlantes que simulan sostener el templo.





En los capiteles del arco triunfal y del presbiterio es donde encontramos la compensación de la que hablaba anteriormente ante el desgaste de la escultura del exterior viendo unos capiteles románicos en plenitud y gran conservación (excepto el color). 

En uno de los capiteles del arco triunfal podemos ver un pareja de grifos bebiendo de un cáliz  (símbolo de la Eucaristía) acompañados de dos personajes. Los grifos suelen tener un simbolismo positivo y protector de recintos sagrados.

El capitel opuesto nos muestra a Sansón rompiéndole la quijada león. En los laterales, dos águilas con las alas desplegadas.





Deberíamos prestar atención a la escultura de la parte superior de los capiteles, los ábacos. Los capiteles que vemos a continuación tienen un extra, podemos admirarlos a nuestra altura, a escasos centímetros y, lo confieso, es fascinante que te miren dos pétreos centauros de más de ocho siglos.

También encontramos, cómo no, motivos vegetales. Me gustó uno en el que, entre hojas de acanto, asoman una cabeza femenina que mira hacia la nave y un mono sonriente. 

Como dije me fascinó uno en el que dos centauros, con lanza y arco, enfrentados miran al espectador. En el lateral aparecen una coqueta sirena y un personaje masculino de semejantes características.




Los capiteles más próximos a la nave nos muestra en un lado un animal  de rasgos felinos  de cuya boca salen unas ramas de las que cuelgan las simbólicas uvas y piñas. En el lateral, un ave picotea los frutos.

Acabo con un capitel de doble fuste. A una parte vemos una pareja de leones afrontados y en la otra encontramos dos arpías con las alas desplegadas y las garras bien afianzadas en la base.




Y este es S. Claudio de Olivares, un pequeño y a la vez gran templo románico situado extramuros y que no tiene nada que envidiar a los integrados en la Milla Románica zamorana.


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